En el servicio del hombre a Elokim, la dalet
caracteriza "shiflut," "humildad", la conciencia de no
poseer nada propio. Junto con la percepción del propio poder de libre albedrío,
uno debe ser consciente de que El nos da el poder de llegar al éxito, y de no
pensar, Elokim lo prohíba, que los logros y talentos son "mi poder y la
fortaleza de mi mano". Toda realización en este mundo, particularmente el
cumplimiento de una mitzvá, el cumplimiento de la voluntad de Elokim,
depende de la ayuda Divina. Esto es especialmente cierto en la lucha del
individuo con su inclinación al mal, tanto cuando se manifiesta como una pasión
externa, ofreciendo una obstinada resistencia a aceptar el yugo Divino, como a
través de la pereza, apatía y similares. Como enseñan nuestros sabios: "Si
no fuera por la ayuda de Elokim, él [hombre] no hubiera sido capaz de vencerla
[a la inclinación al mal]".
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